TEXTOS PROTEGIDOS

lunes, 2 de marzo de 2009

El calor de tu pecho

Fue la coincidencia en el tiempo y en el espacio, llegó la primera señal para emprender mi largo viaje. Un viaje para el que todavía no estaba preparado, no sabía quien podría yo ser. Un calor acogedor y una corriente de energía me guiaron al principio del camino, no podía decir no. Sin más, no me resistí a dejarme llevar por la vida, y cuando me dí cuenta había llegado al lugar más confortable que nadie pudiera imaginar, y que gran dicha el haberme permitido disfrutar de aquel lugar, me instalé sin reparos y me familiaricé con el entorno. Los ruidos, los sabores, las sensaciones, todo me resultó imposible de perfeccionar. ¡Qué bonito lo sentía!, ¡qué cuidado me tenían!.
Nunca había pasado el tiempo tan lentamente a la vez que me sentía tan feliz, la incertidumbre no me quitaba el sueño, me sentía flotar en un espacio que se fue tornando cada vez más pequeño.
Oí una voz, su voz, y quise conocerla. Ella me hablaba pero yo no sabía dónde estaba, y sin abandonar mi ansiedad por encontrarla no pude sólo que esperar a que otra señal llegara. ¿Si recibí una primera porqué no recibiría una segunda?, mi intuición empezó a desarrollarse. Ella también me tocó, aunque desde muy lejos, y yo quería sentir su piel en aquel mismo instante. Te necesito.
De repente sentí una presión, una fuerza que me empujaba desde lo más alto, no podía hacerle frente, "No, no quiero partir". Mi intuición me había dicho, hacía muy poco, que esto iba a ocurrir. La fuerza continuó y me zarandeaba sin piedad como el oleaje del mar más enfadado. Pero su voz estaba allí y no entendí nada, no entendía que la dulzura de su voz acompañara a tal movimiento de tanta brusquedad, me sentí perdido. Todo se volvió pequeño y ya no pude moverme más, pensé que la segunda señal llegaría pero me estaban arrebatando mi paraíso, ¿por qué?, de nuevo no entendí nada y supe que nunca vería mi segunda señal, la que me llevaría hasta ella. Mi intuición me dijo que me dejara llevar, y cuando me entregué a ella, a la gran fuerza, entonces despertaron mis ganas de unirme a sus motivos, que todavía desconocía. Cuando lo hice descubrí su nombre, era la madre naturaleza. Ella me enseñó el camino, y en su mirada vi que ella tenía la llave que abría la puerta del mundo donde la voz, mi voz, se alojaba, entonces me di cuenta que aquella era mi segunda señal. Me sentí seguro y aliviado.
El camino era oscuro y muy estrecho pero poco a poco me cedía el pasó. La oí gritar, la oí rugir de esfuerzo, y yo quería consolarla y decirle que todo iba bien, que yo me encontraba bien. Fue entonces cuando sobre mí una luz imposible de mirar se proyectó, la oscuridad había desaparecido. Oí otros ruidos que no conocía y me asusté, pero entonces la oí a ella, si ella estaba cerca yo seguiría en mi paraíso. Decidí continuar acompañando a mi aliada madre naturaleza y en tres segundos sentí que caía por un precipicio interminable, y algo me tocó con rapidez y firmeza. Me despedí de mi madre naturaleza al final del camino, justo donde empezaba mi nueva vida ,al tiempo que perdí mi sentido de la orientación. Por fin sentí una superficie que me transmitió calor, seguridad, un olor agradable. Sus manos me tocaron y me sentí desvanecer de alegría, ahora ya estábamos juntos y su voz era para mí y para siempre , sólo para mí. Me besó, me habló y me protegió. Ahora el tiempo empezó a pasar rápido aunque me sentía incluso más feliz.
Sólo quiero estar contigo, sólo quiero gozar del paraíso de tu ser, sólo quiero sentir el calor de tu pecho, Mamá.

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