TEXTOS PROTEGIDOS

miércoles, 10 de junio de 2009

Imprevisto reencuentro


¿Te acuerdas de mí?-dije. Me miró mientras se quitaba las gafas. Sí, era él, era aquel hombre que conocí en la Feria del año pasado. Estaba otra vez allí, pidiéndome una muestra con su mirada expectante. Sus ojos se clavaron en los míos, el tiempo se paró, y ambos recordamos la noche de la cena para diseñadores de prendas de seda. Una descarga escalofriante me alcanzó la nuca y me inmovilizó, mientras recordaba como hicimos el amor bajo el cielo Turco. Volví a sentir idéntico deseo. Sin hablar, nos citamos a la misma hora, en el mismo lugar.

Llegué puntual y él ya estaba allí, esperaba apoyado sobre una pierna, con aire juvenil teñido de cuarenta. Cabizbajo y pensativo. Mientras, le observé durante unos segundos, el tiempo suficiente para que despertara en mí un interés más allá de lo físico. Era la segunda vez que estaríamos a solas. Hombre de ojos claros y profundos a la vez, de coincidentes facciones fuertes y dulces, de sonrisa esperanzadora. Nunca había visto a alguien como él, quizás por eso me dejé arrastrar por el capricho de tocarle un año atrás.
Nos saludamos con cariño de nuevo. Nos sentamos y la conversación fluyó, nos conocimos un poco y tomamos vino. Yo tenía tantas cosas que explicarle que no sabía por donde empezar. Al final de la noche convenimos vernos al día siguiente al finalizar la jornada, y antes de coger nuestros respectivos aviones.

Eran las seis de la tarde cuando se presentó ante mí casi por sorpresa, pensé que llegaría antes. Nos miramos sin saber como redirigir nuestra extraña historia, porque los dos ansiábamos compartir mucho más, aunque ya lo hacíamos y él lo ignoraba por completo. Era injusto, lo sé, lo sentía tanto..., había intentado localizarle. Tenía que explicárselo y no sabía por donde empezar.
Todavía sin hallar la solución y sin yo haber sido capaz de iniciar mi íntimo discurso, fuimos interrumpidos por mi acompañante durante aquellos días, mi hermana. Ella apareció con un bebé en los brazos.
Nos observamos en el silencio del momento, y sin parpadear se lo dije, él lo entendió y me abrazó. No me pidió explicaciones, solamente susurró "No quiero viajar solo nunca más".

A él le temblaban los labios y yo asentí y acepté.

domingo, 24 de mayo de 2009

Amanece como siempre...


Este es el primero de Montse, mi Madre, ahora tiene su espacio en este blog para que lo utilice cuando quiera con sus poemas.

Amanece como siempre,
El color plomizo de las nubes de otoño
Se impone presumido
Al sol brillante, de la primavera...
Recién nacida.

Colores, flores...perfumes por doquier,
Que reclaman en el pecho,
Al corazón dormido,
Con provocativa insistencia.

Muerte pasajera, que florece
al ocaso del día,
Especialmente hoy,
La estación insistente,
Ganó la batalla,
Y el latido del alma...intensificó la vida...

(Escrito por Montse el domingo 3 de Mayo de 2009)

martes, 21 de abril de 2009

El burrito Ruc

Más allá de las montañas, en los campos donde muchos animales vivían, se encontraba Ruc. Ruc era un burrito afable, solidario, simpático y sabía entretener de forma muy divertida a sus amigos, otros burros, caballos enanos, patos, palomas, conejos y cabras. En aquel lugar de campos verdes y llenos de margaritas, donde respiraban brisa fresca y disfrutaban de un cielo azul precioso, también vivían caballos. Aquellos caballos eran altos, esbeltos, de melena siempre al viento y desenredada, su pelo tan brillante como sus ojos y sus patas se movían con suavidad y mucha elegancia.
Ruc era un burro especial, hacía piruetas, era capaz de batir sus orejas y sostenerse en el aire durante unos segundos, daba volteretas, tocaba la trompeta y gastaba tantas bromas que sus amigos no podían aguantar la risa mientras estaban con él. Pero Ruc era feo.
Los caballos, orgullosos de sus patas elegantes y sus melenas de pelo entero miraban al resto de los animales con soberbia. Se creían bellos y siempre eran los primeros en ser visitados por los niños que paseaban por allí.
Ruc esperaba siempre impaciente la visita de los niños, ellos siempre se reían a carcajadas y acababan por tocarle y acariciarle, y a Ruc el cariño le hacía feliz.


- A veces, me gustaría ser caballo, son bellos y majestuosos- dijo Ruc
- Pero Ruc, estos caballos nunca ríen y nunca hacen nuevos amigos- dijo uno de los caballos enanos- mírame a mí, mis patitas son cortas y soy incluso más bajito que tú.
- Caballito enano, ¡¡¡tú eres caballo!!!- añadió Ruc
- Sí Ruc, pero yo no soy feliz por ser caballo como ellos, yo soy feliz porque cada día tengo vuestra compañía y porque sé que contáis conmigo. Nosotros también contamos contigo Ruc, y además, tú eres un burro, ¡y un burro muy especial!


Ruc y el caballito se dieron un abrazo, y tumbados en el campo, observaron, juntos durante un buen rato, el cielo azul precioso de aquel día. El resto de los animales se unieron a ellos, para pasar lo que quedaba de tarde contemplando como el sol se escondía detrás de aquellas montañas. Mientras tanto los caballos les observaban con un atisbo de soledad en su mirada.
Ruc propuso a sus amigos invitar a los caballos a mirar el cielo azul precioso con ellos, y tras pensarlo y decidirlo entre todos, hicieron una señal a los caballos para que se acercaran.
Todos predispuestos a conocerse, sólo tardaron unos minutos en entablar conversación. Poco a poco Ruc se sintió más y más cómodo con los caballos. Su espontaneidad divertía a todos, por lo que finalmente Ruc pensó que era momento de ofrecer su particular espectáculo a todos los que allí estaban. Empezó a brincar, a hacer muecas, volteretas, agitó sus alas y voló durante unos segundos, ¡y cómo no! tocó la trompeta.
Se rieron tanto que llegaron a caerse al suelo de la risa, y cuando consiguieron parar, todos miraron el cielo azul precioso, pero esta vez había una nube, una nube en forma de caballo que rápidamente cambió para tener forma de burro.
Desde entonces, todos supieron que no eran tan distintos, y que su aspecto, color de pelo y de ojos no dependía de ellos mismos, sino de la forma de una nube que había sido moldeada por el viento, justo antes de que pudieran abrir sus ojos por primera vez.


Ya los niños nunca más visitarían a unos antes que a otros.


viernes, 10 de abril de 2009

Yo lo sé

Entre conversaciones y miradas, Lara sabía que no podría conseguir riqueza similar. Entendía, compartía y participaba en sus diálogos sin importar el orden de los factores. Se colaba en sus ojos en el instante en el que su pureza se destapaba. Pureza campechana y libre de imperfecciones. Inocencia siempre presente.
Lara se dejaba guiar por la organización de sus juegos, contribuyendo en su inacabable imaginación, conquistando lugares de habitantes divertidos, bonachones, y cómo no, malvados.
La agilidad de sus movimientos mantenían su ritmo, siempre a la altura del nivel marcado. La curiosidad les brindaba a ambos el hallazgo de nuevas realidades y de nuevo entre conversaciones y miradas las convertían en sus secretos.
Complicidad a raudales y abundancia de todo lo bueno, que se siente, que se huele, que se respira y que es intangible, aunque pudiendo tocar sus almas con cada conversación y con cada mirada.
También el silencio era su aliado. El sonido del corazón de Lara le hacía sentir mejor, reponía su fuerza y frenaba su llanto, recurría a él cada vez que sentía la necesidad de escuchar la música de su pecho.
Para Lara no había mejor remedio para cualquier mal, su alegría, su bienestar y su felicidad, eran para ella la receta perfecta que le devolvía la esperanza si le faltaba, la fuerza de voluntad si flaqueaba y la risa si entristecía.
Los dos se nutrían del amor del otro, inventando así la pócima ideal para crecer sintiéndose amados y en libertad.
Y aunque el resto del mundo no lo supiera, ella sí lo sabía, se lo había asegurado entre conversaciones y miradas.

Madre, aunque el mundo no lo sepa, yo sé que das más, que soportas más, que sacrificas más y que amas más, pero mamá, yo lo sé.

Sintiéndose eternamente correspondida, Lara no dejó de saborear jamás su herencia, no la que sus progenitores le habían concedido, sino la que su cría, con aquellas conversaciones y miradas, ya le había regalado.

jueves, 2 de abril de 2009

Mi Papá sí que mola

Mi papá siempre está arreglando cosas y siempre me pide ayuda. Como voy 5 días al cole y dos los paso en casa, son los sábados por la mañana cuando mi papá organiza las tareas que haremos juntos durante el fin de semana.
Lavamos las bicicletas y él se encarga de enjuagarlas bien para que no quede ni rastro de jabón. También vamos a comprar el pan y de vuelta a casa cada uno se come una de las puntas de la barra.
Organiza fiestas con barbacoa para mis amigos y lo pasamos en grande. Mis amigos nunca quieren macharse porque con mi papá jugamos a montar a caballo, jugamos al platillo volante con los platos de cartón, jugamos con la pelota, y cuando de una patada se queda entre las ramas de un árbol, mi papá se encarga de cogerla.
Hannah vive en casa, ella es el mejor perro que conozco, y también juega con nosotros, le encanta dar saltos y correr dando vueltas sin parar. Hannah salta muy alto, y cuando finalmente se cansa, nos da un lametazo y se sienta en su caseta.
Hacemos pasteles que saben riquísimos y nos reímos cuando vemos nuestras caras sucias de nata, parece que tenemos barba, ¡parecemos Papa Noel!. A veces hacemos pizzas y con los ingredientes hacemos una cara.
A mi papá y mí nos gustan mucho los animales y me ha dicho que los delfines tienen ¡88 dientes!, y que los pingüinos viven donde hace mucho frío.
Muchos días, cuando estamos los dos solos, nos acostamos sobre una manta en el césped del jardín, cómo me gusta acurrucarme con él.
Y cuando el sol se esconde detrás de la montaña y es la hora de ir a dormir, mi papá y yo leemos un cuento. Mi papá me hace reír muchísimo.

Mi papá es el mejor papá del mundo y es que mi papá... sí que mola.

lunes, 23 de marzo de 2009

Tierra

Tierra es mi nombre, el que vosotros me habéis dado, un nombre que me llena de orgullo, tan único y tan perfecto.
Nací y maduré, y ahora envejezco, y el infinito ya nunca será mío. Siempre os he dado cobijo, he cuidado de vosotros sin esperar nada a cambio. Os he proporcionado todos los medios, sol, aire, agua y fuego, para que con ellos viváis en el mejor lugar del universo. Os he dado mi naturaleza, para compartirla con otros seres, pero os habéis apropiado de ella. Le pedí a mi luna que os escoltara en la noche y ella sí me reveló su amistad.
Me siento tan sola, me siento hundida y ya no sé de dónde vengo. Me siento herida y contaminada. Rotas están mis montañas, y roto está mi aire. Sucios están mis ríos y sucios están mis mares. Mis heridas no curan cada vez que intento cerrarlas y herida está mi alma, pero es que me siento engañada. ¿Por qué no me cuidáis?, ¿por qué no me escucháis?, mi viento os grita que tengáis piedad.
Continuamente enfermo y mi enfermedad sopla huracanes de tristeza. Mi sol os advierte que ya no puedo más, que ya no puedo respirar, me ahogo, pero aún tengo fuerzas para pensar en vosotros, quiero recuperarme por vosotros, ¿dónde iréis?, ¿ dónde iremos?.
Desde mi cielo observo todos mis adornos, pero sólo siguen siendo mis bosques y mis aguas los que me hipnotizan. Me habéis clavado rascacielos, agujereado lugares vírgenes, pisado hielos que ahora ya no existen, incendiado por desidia...y todo esto me duele hasta el centro de mí, ¿ por qué?
Me siento exhausta y castigada, pero aún tengo fuerzas para devolverme algo de juventud. Necesito que penséis en mi.
Oigo la música que flota sobre mí y con ella quiero cantaros para ablandar vuestros propósitos.

Yo soy la Tierra, yo soy la vida que os da la vida.

viernes, 20 de marzo de 2009

En la playa...compartimos

En mi último cumpleaños el pasado verano mis amigos me regalaron una cometa. En la fiesta lo pasamos muy bien aunque no la hicimos volar , ¡ no hacía viento!
Cuando llegó la primavera le propuse a mi hermana ir a la playa, para compartir con ella mi cometa. En la playa casi siempre hace viento. Vivimos muy cerca, y muy a menudo vemos montones de cometas de diferentes formas y colores, suspendidas en el cielo.
Mi hermana es una niña muy vivaracha y siempre está saltando, corriendo y riendo, es muy divertida.
Cuando llegamos nos quitamos los zapatos y los colocamos encima de una toalla junto a la merienda, y deprisa sacamos la cometa de su bolsa.
Entre los dos la hicimos volar. Los peces pintados en la tela parecían el reflejo de los que viven en el mar. La cometa se movía rápido.
Tuvimos que sujetarla fuerte para evitar que se nos escapara, porque estaba volando muy alto. Nosotros pensamos como sería ver la playa desde allí arriba, ¡y nos lo imaginamos!.

Imaginamos que desde el cielo:
  • Las cosas se ven muy pequeñas
  • Los pájaros vuelan cerca de ti
  • El piloto de un avión podría saludarte
  • Puedes dar volteretas sin parar
  • Nos podemos sentar sobre un arco iris
Tú también puedes imaginar cómo sería la playa desde tan alto.
Mi hermana y yo recogimos nuestra cometa y nos comimos la merienda mirando la orilla del mar y mirando como aparecían y desaparecían montones de conchas grandes, pequeñas, blancas, negras y de colores.

¿Y sabéis qué?, ¡que lo mejor de todo es que mi hermana estaba conmigo!

domingo, 15 de marzo de 2009

El aire de la mañana

El aire de la mañana se presentó en mi ventana con talante fresco y de muy buen humor. El frío de sus palabras me desveló por completo, y me sentí llena de energía y con la ímpetu de la novedad.
Con un movimiento seco y decidido retiré la sábana y planté mis pies desnudos en el suelo. Alcé la mirada y allí estaba, ante mi ventana, diciéndome que el azul del cielo eran mis horas y que el brillo del sol la alegría de mi día. Su mensaje me empujaba a vestirme sin perder tiempo y me animaba a salir para disfrutar de los colores. El aire de la mañana me acompañaría rozando mis mejillas, haciéndome sentir viva y a la vez deslumbrada por los destellos de la luz temprana.
En unos minutos me encontraba caminando por las calles del pueblo, pisando fuerte, respirando hondo, mirando el cielo y sonriendo. Llena de sensaciones positivas supe que no estaba perdiendo ni un solo segundo de mi día. Mi paseo me transportó a un lugar donde nadie ni nada disturbaba el momento y el paisaje. Oí el silencio del aire de la mañana, adornado por el sonido de las hojas movidas por la brisa, y adornado también por el verde de los árboles. Fue la mañana la que me pidió que le hablara sin exigirme palabras, y le hablé. Le agradecí sin palabras el que estuviera siempre allí, sin cansarse, para aparecer de nuevo fresca al día siguiente. Le dije que la apreciaba. Le sonreí transmitiéndole mi plenitud y le regalé el aire fresco que ya cálido me había tocado.
En mi camino de vuelta a casa conecté con mi interior. La pendiente de la calle me hacía respirar más rápido, me oxigenaba todavía más, y mis pulmones se abrieron ahora de par en par al aire fresco de la mañana.
Al abrir la puerta me giré para despedirme de él, y con el frío de sus palabras y característico buen humor me dijo "hasta mañana". Con su talante fresco me aseguró que nos volveríamos a ver al día siguiente.
El aire de la mañana supo que ya no tendría que presentarse y esperar mi mirada, supo que sería suficiente con solo pasar por delante de mi ventana.

martes, 10 de marzo de 2009

El tesoro de Mario

Mario era un niño terriblemente maduro para sus 8 años de edad. Había tenido la suerte de llegar a un hogar en el que no faltaba de nada, tenían todas las comodidades posibles de imaginar. Sus padres, se mataban a trabajar para que Mario pudiera tenerlo todo. Tenía incluso una cuenta abierta en el banco en el que ahorraban dinero para su futura formación.
Un día Mario decidió escribir una carta para sus padres, la metió en una caja y la dejó en el comedor, necesitaba decirles algo muy importante.

"Mamá, Papá, sé lo mucho que os esforzáis cada día trabajando duro, soportando a vuestros jefes, realizando jornadas eternas, conduciendo en el espeso tráfico, sufriendo estrés, levantándoos temprano. Renunciáis además a dedicar un rato cada día a hacer algo que os satisfaga de verdad, y todo para traer a casa el dinero que nos hace falta para vivir y más. Sé que lo hacéis por mí y por vosotros. Me colmáis de regalos que aprecio de veras y con los que mis amigos alucinan, pero Mamá, Papá ¿es realmente necesario que os dejéis la piel a cambio de un gran sueldo y de 30 días de vacaciones al año?, 30 días de vacaciones que se acaban convirtiendo en 30 días de prisas, de ir y venir corriendo, para hacer todo lo que no podemos hacer el resto del año. La verdad es que con esas condiciones prefiero seguir siendo niño para siempre.

He hecho una lista de regalos que no tengo y que me gustaría compartir con vosotros:

ratos de sosiego
abrazos por doquier
besos empalagosos
que leamos juntos mis libros favoritos
que veamos una película
que los tres nos vayamos a comer una hamburguesa
que montemos juntos un puzle
que vayamos a montar en bici
que volemos una cometa
que desayunemos juntos
que me llevéis al cole
que cuando me vaya a dormir los dos ya hayáis llegado a casa
¡podríamos ir de paseo!

Yo sé que no es fácil, pero estoy convencido de que seriáis más felices si pasarais más tiempo conmigo, yo puedo haceros felices, pero me pregunto si he hecho algo malo. Estos regalos que os pido sólo os costarían tiempo, el tiempo que ahora no tenéis. Yo quiero haceros un regalo. Tened esta caja y cuando la abráis descubriréis el regalo más importante para mí, el que más deseo y que todavía no tengo, el que necesito."

Los padres de Mario abrieron la caja y se sorprendieron al ver que la caja estaba vacía, a excepción de un pequeño espejo en el cual se vieron reflejados.
El espejito les devolvió la imagen de lo que Mario pedía. La imagen era... el tesoro de Mario.

sábado, 7 de marzo de 2009

Cuando tropieces

Cuando tropiezas siempre estoy a tu lado para evitar que caigas. Cuando te atragantas siempre estoy a tu lado para evitar que te ahogues. Cuando lloras siempre estoy a tu lado para devolverte la risa. Cuando te ríes siempre estoy a tu lado para reír contigo. Cuando te enfadas siempre estoy a tu lado para entender que te pasa. Cuando te asustas siempre estoy a tu lado para abrazarte y protegerte. Cuando te pierdes siempre estoy a tu lado para ayudarte a encontrar el camino. Cuando estás cansado siempre estoy a tu lado para mecerte. Cuando te preocupas siempre estoy a tu lado para que puedas desahogarte. Cuando te irritas siempre estoy a tu lado para intentar relajarte. Cuando te digo que te quiero adoro tu mirada. Cuando me dices que me quieres me das el mejor regalo.

Cuando tropieces y caigas, piensa en mí y deja que tu coraje haga el resto. El camino está lleno de baches pero juntos allanaremos este viaje.

Siempre voy a estar.

miércoles, 4 de marzo de 2009

La espera de Kenenisa


Hoy he soñado con Kenenisa. Kenenisa es una niña de ojos negros que tiene muchos amigos y que va a la escuela cada día. Allí aprende muchas cosas, los nombres de los árboles, de los animales, el respeto por los demás, y lee muchos cuentos que tienen dibujos de muchos colores.
En la casa grande donde vive Kenenisa sólo viven niños y niñas. Todos esperan a que su mamá y su papá vayan a buscarles, porque Kenenisa está lejos de su casa. Pronto podrá ir a su nuevo hogar, y aunque allí no habrá tantos niños, sí que tendrá su propia habitación llena de libros y de juguetes que le gusten, como una muñeca de trapo igual que ella, de ojos negros, que su mamá ya le ha preparado.
Cuando mamá y papá vayan a buscarla, ¡irán en avión!, y le llevarán un regalo. También le llevarán muchos besos.
Aunque Kenenisa sabe que cuando se marche de su casa grande ya no volverá a ver a sus amigos, sabe que otros niños la estarán esperando para jugar, pero lo más importante es que ella sabe que papá y mamá la quieren mucho y siempre la van a cuidar.
A Kenenisa le gustan mucho los pasteles de chocolate con una fresa encima, y quiere enseñarles a mamá y papá como se hacen.
Está nerviosa porque nunca ha subido a un avión antes, y ya le han dicho que cuando te subes a uno, si miras por la ventana, todo es muy pequeño porque el avión vuela muy alto y muy rápido. Kenenisa ha decidido que se abrazará muy fuerte a papá y mamá, porque con ellos nada malo puede pasarle.
Kenenisa tiene muchas ganas de correr por la playa y hacer castillos de arena, y sobretodo tiene muchas ganas de reir y ser feliz. Por eso también ha decidido que quiere abrazar muy fuerte a mamá y papá y decirles cuando la acuesten cada día: Papá, Mamá, soy muy feliz.

lunes, 2 de marzo de 2009

El calor de tu pecho

Fue la coincidencia en el tiempo y en el espacio, llegó la primera señal para emprender mi largo viaje. Un viaje para el que todavía no estaba preparado, no sabía quien podría yo ser. Un calor acogedor y una corriente de energía me guiaron al principio del camino, no podía decir no. Sin más, no me resistí a dejarme llevar por la vida, y cuando me dí cuenta había llegado al lugar más confortable que nadie pudiera imaginar, y que gran dicha el haberme permitido disfrutar de aquel lugar, me instalé sin reparos y me familiaricé con el entorno. Los ruidos, los sabores, las sensaciones, todo me resultó imposible de perfeccionar. ¡Qué bonito lo sentía!, ¡qué cuidado me tenían!.
Nunca había pasado el tiempo tan lentamente a la vez que me sentía tan feliz, la incertidumbre no me quitaba el sueño, me sentía flotar en un espacio que se fue tornando cada vez más pequeño.
Oí una voz, su voz, y quise conocerla. Ella me hablaba pero yo no sabía dónde estaba, y sin abandonar mi ansiedad por encontrarla no pude sólo que esperar a que otra señal llegara. ¿Si recibí una primera porqué no recibiría una segunda?, mi intuición empezó a desarrollarse. Ella también me tocó, aunque desde muy lejos, y yo quería sentir su piel en aquel mismo instante. Te necesito.
De repente sentí una presión, una fuerza que me empujaba desde lo más alto, no podía hacerle frente, "No, no quiero partir". Mi intuición me había dicho, hacía muy poco, que esto iba a ocurrir. La fuerza continuó y me zarandeaba sin piedad como el oleaje del mar más enfadado. Pero su voz estaba allí y no entendí nada, no entendía que la dulzura de su voz acompañara a tal movimiento de tanta brusquedad, me sentí perdido. Todo se volvió pequeño y ya no pude moverme más, pensé que la segunda señal llegaría pero me estaban arrebatando mi paraíso, ¿por qué?, de nuevo no entendí nada y supe que nunca vería mi segunda señal, la que me llevaría hasta ella. Mi intuición me dijo que me dejara llevar, y cuando me entregué a ella, a la gran fuerza, entonces despertaron mis ganas de unirme a sus motivos, que todavía desconocía. Cuando lo hice descubrí su nombre, era la madre naturaleza. Ella me enseñó el camino, y en su mirada vi que ella tenía la llave que abría la puerta del mundo donde la voz, mi voz, se alojaba, entonces me di cuenta que aquella era mi segunda señal. Me sentí seguro y aliviado.
El camino era oscuro y muy estrecho pero poco a poco me cedía el pasó. La oí gritar, la oí rugir de esfuerzo, y yo quería consolarla y decirle que todo iba bien, que yo me encontraba bien. Fue entonces cuando sobre mí una luz imposible de mirar se proyectó, la oscuridad había desaparecido. Oí otros ruidos que no conocía y me asusté, pero entonces la oí a ella, si ella estaba cerca yo seguiría en mi paraíso. Decidí continuar acompañando a mi aliada madre naturaleza y en tres segundos sentí que caía por un precipicio interminable, y algo me tocó con rapidez y firmeza. Me despedí de mi madre naturaleza al final del camino, justo donde empezaba mi nueva vida ,al tiempo que perdí mi sentido de la orientación. Por fin sentí una superficie que me transmitió calor, seguridad, un olor agradable. Sus manos me tocaron y me sentí desvanecer de alegría, ahora ya estábamos juntos y su voz era para mí y para siempre , sólo para mí. Me besó, me habló y me protegió. Ahora el tiempo empezó a pasar rápido aunque me sentía incluso más feliz.
Sólo quiero estar contigo, sólo quiero gozar del paraíso de tu ser, sólo quiero sentir el calor de tu pecho, Mamá.