TEXTOS PROTEGIDOS

lunes, 23 de marzo de 2009

Tierra

Tierra es mi nombre, el que vosotros me habéis dado, un nombre que me llena de orgullo, tan único y tan perfecto.
Nací y maduré, y ahora envejezco, y el infinito ya nunca será mío. Siempre os he dado cobijo, he cuidado de vosotros sin esperar nada a cambio. Os he proporcionado todos los medios, sol, aire, agua y fuego, para que con ellos viváis en el mejor lugar del universo. Os he dado mi naturaleza, para compartirla con otros seres, pero os habéis apropiado de ella. Le pedí a mi luna que os escoltara en la noche y ella sí me reveló su amistad.
Me siento tan sola, me siento hundida y ya no sé de dónde vengo. Me siento herida y contaminada. Rotas están mis montañas, y roto está mi aire. Sucios están mis ríos y sucios están mis mares. Mis heridas no curan cada vez que intento cerrarlas y herida está mi alma, pero es que me siento engañada. ¿Por qué no me cuidáis?, ¿por qué no me escucháis?, mi viento os grita que tengáis piedad.
Continuamente enfermo y mi enfermedad sopla huracanes de tristeza. Mi sol os advierte que ya no puedo más, que ya no puedo respirar, me ahogo, pero aún tengo fuerzas para pensar en vosotros, quiero recuperarme por vosotros, ¿dónde iréis?, ¿ dónde iremos?.
Desde mi cielo observo todos mis adornos, pero sólo siguen siendo mis bosques y mis aguas los que me hipnotizan. Me habéis clavado rascacielos, agujereado lugares vírgenes, pisado hielos que ahora ya no existen, incendiado por desidia...y todo esto me duele hasta el centro de mí, ¿ por qué?
Me siento exhausta y castigada, pero aún tengo fuerzas para devolverme algo de juventud. Necesito que penséis en mi.
Oigo la música que flota sobre mí y con ella quiero cantaros para ablandar vuestros propósitos.

Yo soy la Tierra, yo soy la vida que os da la vida.

viernes, 20 de marzo de 2009

En la playa...compartimos

En mi último cumpleaños el pasado verano mis amigos me regalaron una cometa. En la fiesta lo pasamos muy bien aunque no la hicimos volar , ¡ no hacía viento!
Cuando llegó la primavera le propuse a mi hermana ir a la playa, para compartir con ella mi cometa. En la playa casi siempre hace viento. Vivimos muy cerca, y muy a menudo vemos montones de cometas de diferentes formas y colores, suspendidas en el cielo.
Mi hermana es una niña muy vivaracha y siempre está saltando, corriendo y riendo, es muy divertida.
Cuando llegamos nos quitamos los zapatos y los colocamos encima de una toalla junto a la merienda, y deprisa sacamos la cometa de su bolsa.
Entre los dos la hicimos volar. Los peces pintados en la tela parecían el reflejo de los que viven en el mar. La cometa se movía rápido.
Tuvimos que sujetarla fuerte para evitar que se nos escapara, porque estaba volando muy alto. Nosotros pensamos como sería ver la playa desde allí arriba, ¡y nos lo imaginamos!.

Imaginamos que desde el cielo:
  • Las cosas se ven muy pequeñas
  • Los pájaros vuelan cerca de ti
  • El piloto de un avión podría saludarte
  • Puedes dar volteretas sin parar
  • Nos podemos sentar sobre un arco iris
Tú también puedes imaginar cómo sería la playa desde tan alto.
Mi hermana y yo recogimos nuestra cometa y nos comimos la merienda mirando la orilla del mar y mirando como aparecían y desaparecían montones de conchas grandes, pequeñas, blancas, negras y de colores.

¿Y sabéis qué?, ¡que lo mejor de todo es que mi hermana estaba conmigo!

domingo, 15 de marzo de 2009

El aire de la mañana

El aire de la mañana se presentó en mi ventana con talante fresco y de muy buen humor. El frío de sus palabras me desveló por completo, y me sentí llena de energía y con la ímpetu de la novedad.
Con un movimiento seco y decidido retiré la sábana y planté mis pies desnudos en el suelo. Alcé la mirada y allí estaba, ante mi ventana, diciéndome que el azul del cielo eran mis horas y que el brillo del sol la alegría de mi día. Su mensaje me empujaba a vestirme sin perder tiempo y me animaba a salir para disfrutar de los colores. El aire de la mañana me acompañaría rozando mis mejillas, haciéndome sentir viva y a la vez deslumbrada por los destellos de la luz temprana.
En unos minutos me encontraba caminando por las calles del pueblo, pisando fuerte, respirando hondo, mirando el cielo y sonriendo. Llena de sensaciones positivas supe que no estaba perdiendo ni un solo segundo de mi día. Mi paseo me transportó a un lugar donde nadie ni nada disturbaba el momento y el paisaje. Oí el silencio del aire de la mañana, adornado por el sonido de las hojas movidas por la brisa, y adornado también por el verde de los árboles. Fue la mañana la que me pidió que le hablara sin exigirme palabras, y le hablé. Le agradecí sin palabras el que estuviera siempre allí, sin cansarse, para aparecer de nuevo fresca al día siguiente. Le dije que la apreciaba. Le sonreí transmitiéndole mi plenitud y le regalé el aire fresco que ya cálido me había tocado.
En mi camino de vuelta a casa conecté con mi interior. La pendiente de la calle me hacía respirar más rápido, me oxigenaba todavía más, y mis pulmones se abrieron ahora de par en par al aire fresco de la mañana.
Al abrir la puerta me giré para despedirme de él, y con el frío de sus palabras y característico buen humor me dijo "hasta mañana". Con su talante fresco me aseguró que nos volveríamos a ver al día siguiente.
El aire de la mañana supo que ya no tendría que presentarse y esperar mi mirada, supo que sería suficiente con solo pasar por delante de mi ventana.

martes, 10 de marzo de 2009

El tesoro de Mario

Mario era un niño terriblemente maduro para sus 8 años de edad. Había tenido la suerte de llegar a un hogar en el que no faltaba de nada, tenían todas las comodidades posibles de imaginar. Sus padres, se mataban a trabajar para que Mario pudiera tenerlo todo. Tenía incluso una cuenta abierta en el banco en el que ahorraban dinero para su futura formación.
Un día Mario decidió escribir una carta para sus padres, la metió en una caja y la dejó en el comedor, necesitaba decirles algo muy importante.

"Mamá, Papá, sé lo mucho que os esforzáis cada día trabajando duro, soportando a vuestros jefes, realizando jornadas eternas, conduciendo en el espeso tráfico, sufriendo estrés, levantándoos temprano. Renunciáis además a dedicar un rato cada día a hacer algo que os satisfaga de verdad, y todo para traer a casa el dinero que nos hace falta para vivir y más. Sé que lo hacéis por mí y por vosotros. Me colmáis de regalos que aprecio de veras y con los que mis amigos alucinan, pero Mamá, Papá ¿es realmente necesario que os dejéis la piel a cambio de un gran sueldo y de 30 días de vacaciones al año?, 30 días de vacaciones que se acaban convirtiendo en 30 días de prisas, de ir y venir corriendo, para hacer todo lo que no podemos hacer el resto del año. La verdad es que con esas condiciones prefiero seguir siendo niño para siempre.

He hecho una lista de regalos que no tengo y que me gustaría compartir con vosotros:

ratos de sosiego
abrazos por doquier
besos empalagosos
que leamos juntos mis libros favoritos
que veamos una película
que los tres nos vayamos a comer una hamburguesa
que montemos juntos un puzle
que vayamos a montar en bici
que volemos una cometa
que desayunemos juntos
que me llevéis al cole
que cuando me vaya a dormir los dos ya hayáis llegado a casa
¡podríamos ir de paseo!

Yo sé que no es fácil, pero estoy convencido de que seriáis más felices si pasarais más tiempo conmigo, yo puedo haceros felices, pero me pregunto si he hecho algo malo. Estos regalos que os pido sólo os costarían tiempo, el tiempo que ahora no tenéis. Yo quiero haceros un regalo. Tened esta caja y cuando la abráis descubriréis el regalo más importante para mí, el que más deseo y que todavía no tengo, el que necesito."

Los padres de Mario abrieron la caja y se sorprendieron al ver que la caja estaba vacía, a excepción de un pequeño espejo en el cual se vieron reflejados.
El espejito les devolvió la imagen de lo que Mario pedía. La imagen era... el tesoro de Mario.

sábado, 7 de marzo de 2009

Cuando tropieces

Cuando tropiezas siempre estoy a tu lado para evitar que caigas. Cuando te atragantas siempre estoy a tu lado para evitar que te ahogues. Cuando lloras siempre estoy a tu lado para devolverte la risa. Cuando te ríes siempre estoy a tu lado para reír contigo. Cuando te enfadas siempre estoy a tu lado para entender que te pasa. Cuando te asustas siempre estoy a tu lado para abrazarte y protegerte. Cuando te pierdes siempre estoy a tu lado para ayudarte a encontrar el camino. Cuando estás cansado siempre estoy a tu lado para mecerte. Cuando te preocupas siempre estoy a tu lado para que puedas desahogarte. Cuando te irritas siempre estoy a tu lado para intentar relajarte. Cuando te digo que te quiero adoro tu mirada. Cuando me dices que me quieres me das el mejor regalo.

Cuando tropieces y caigas, piensa en mí y deja que tu coraje haga el resto. El camino está lleno de baches pero juntos allanaremos este viaje.

Siempre voy a estar.

miércoles, 4 de marzo de 2009

La espera de Kenenisa


Hoy he soñado con Kenenisa. Kenenisa es una niña de ojos negros que tiene muchos amigos y que va a la escuela cada día. Allí aprende muchas cosas, los nombres de los árboles, de los animales, el respeto por los demás, y lee muchos cuentos que tienen dibujos de muchos colores.
En la casa grande donde vive Kenenisa sólo viven niños y niñas. Todos esperan a que su mamá y su papá vayan a buscarles, porque Kenenisa está lejos de su casa. Pronto podrá ir a su nuevo hogar, y aunque allí no habrá tantos niños, sí que tendrá su propia habitación llena de libros y de juguetes que le gusten, como una muñeca de trapo igual que ella, de ojos negros, que su mamá ya le ha preparado.
Cuando mamá y papá vayan a buscarla, ¡irán en avión!, y le llevarán un regalo. También le llevarán muchos besos.
Aunque Kenenisa sabe que cuando se marche de su casa grande ya no volverá a ver a sus amigos, sabe que otros niños la estarán esperando para jugar, pero lo más importante es que ella sabe que papá y mamá la quieren mucho y siempre la van a cuidar.
A Kenenisa le gustan mucho los pasteles de chocolate con una fresa encima, y quiere enseñarles a mamá y papá como se hacen.
Está nerviosa porque nunca ha subido a un avión antes, y ya le han dicho que cuando te subes a uno, si miras por la ventana, todo es muy pequeño porque el avión vuela muy alto y muy rápido. Kenenisa ha decidido que se abrazará muy fuerte a papá y mamá, porque con ellos nada malo puede pasarle.
Kenenisa tiene muchas ganas de correr por la playa y hacer castillos de arena, y sobretodo tiene muchas ganas de reir y ser feliz. Por eso también ha decidido que quiere abrazar muy fuerte a mamá y papá y decirles cuando la acuesten cada día: Papá, Mamá, soy muy feliz.

lunes, 2 de marzo de 2009

El calor de tu pecho

Fue la coincidencia en el tiempo y en el espacio, llegó la primera señal para emprender mi largo viaje. Un viaje para el que todavía no estaba preparado, no sabía quien podría yo ser. Un calor acogedor y una corriente de energía me guiaron al principio del camino, no podía decir no. Sin más, no me resistí a dejarme llevar por la vida, y cuando me dí cuenta había llegado al lugar más confortable que nadie pudiera imaginar, y que gran dicha el haberme permitido disfrutar de aquel lugar, me instalé sin reparos y me familiaricé con el entorno. Los ruidos, los sabores, las sensaciones, todo me resultó imposible de perfeccionar. ¡Qué bonito lo sentía!, ¡qué cuidado me tenían!.
Nunca había pasado el tiempo tan lentamente a la vez que me sentía tan feliz, la incertidumbre no me quitaba el sueño, me sentía flotar en un espacio que se fue tornando cada vez más pequeño.
Oí una voz, su voz, y quise conocerla. Ella me hablaba pero yo no sabía dónde estaba, y sin abandonar mi ansiedad por encontrarla no pude sólo que esperar a que otra señal llegara. ¿Si recibí una primera porqué no recibiría una segunda?, mi intuición empezó a desarrollarse. Ella también me tocó, aunque desde muy lejos, y yo quería sentir su piel en aquel mismo instante. Te necesito.
De repente sentí una presión, una fuerza que me empujaba desde lo más alto, no podía hacerle frente, "No, no quiero partir". Mi intuición me había dicho, hacía muy poco, que esto iba a ocurrir. La fuerza continuó y me zarandeaba sin piedad como el oleaje del mar más enfadado. Pero su voz estaba allí y no entendí nada, no entendía que la dulzura de su voz acompañara a tal movimiento de tanta brusquedad, me sentí perdido. Todo se volvió pequeño y ya no pude moverme más, pensé que la segunda señal llegaría pero me estaban arrebatando mi paraíso, ¿por qué?, de nuevo no entendí nada y supe que nunca vería mi segunda señal, la que me llevaría hasta ella. Mi intuición me dijo que me dejara llevar, y cuando me entregué a ella, a la gran fuerza, entonces despertaron mis ganas de unirme a sus motivos, que todavía desconocía. Cuando lo hice descubrí su nombre, era la madre naturaleza. Ella me enseñó el camino, y en su mirada vi que ella tenía la llave que abría la puerta del mundo donde la voz, mi voz, se alojaba, entonces me di cuenta que aquella era mi segunda señal. Me sentí seguro y aliviado.
El camino era oscuro y muy estrecho pero poco a poco me cedía el pasó. La oí gritar, la oí rugir de esfuerzo, y yo quería consolarla y decirle que todo iba bien, que yo me encontraba bien. Fue entonces cuando sobre mí una luz imposible de mirar se proyectó, la oscuridad había desaparecido. Oí otros ruidos que no conocía y me asusté, pero entonces la oí a ella, si ella estaba cerca yo seguiría en mi paraíso. Decidí continuar acompañando a mi aliada madre naturaleza y en tres segundos sentí que caía por un precipicio interminable, y algo me tocó con rapidez y firmeza. Me despedí de mi madre naturaleza al final del camino, justo donde empezaba mi nueva vida ,al tiempo que perdí mi sentido de la orientación. Por fin sentí una superficie que me transmitió calor, seguridad, un olor agradable. Sus manos me tocaron y me sentí desvanecer de alegría, ahora ya estábamos juntos y su voz era para mí y para siempre , sólo para mí. Me besó, me habló y me protegió. Ahora el tiempo empezó a pasar rápido aunque me sentía incluso más feliz.
Sólo quiero estar contigo, sólo quiero gozar del paraíso de tu ser, sólo quiero sentir el calor de tu pecho, Mamá.